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Reconectarse con el poder del ciclo menstrual

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Reconectarse con el poder del ciclo menstrual

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Reconectarse con el poder del ciclo menstrual

En Mi Sangre Cura Zulma Moreyra nos invita a reconectar con la naturaleza cíclica de la mujer y con el potencial creativo de su ciclo menstrual, para recuperar la conexión con la Madretierra y con el poder del femenino. Compartimos en nuestro blog la introducción al Libro.


Zulma Moreyra

Nuestro ciclo menstrual se parece al ciclo de la Luna, y esto no es coincidencia.

En el juego de la danza lunar, la Luna atraviesa los mismos cambios visibles que en la danza cíclica del cuerpo de una mujer. Conectarnos con esta ciclicidad nos permite tener un conocimiento del propio cuerpo que nos brinda la posibilidad de vivir con plenitud y libertad, decidir consciente y responsablemente cuando y como compartir nuestro cuerpo, ser madres cuando sentimos que estamos preparadas, disfrutar infinitamente del placer y el sentir sin temores ni miedos. Así como también actuar a favor de las mareas emocionales y no en contra de ellas, lo que nos permite una capitalización de energías para la acción en la vida cotidiana.

El momento del ciclo que corresponde al sangrado menstrual es un tiempo de purificación y de limpieza, de renovación física, emocional, mental y energética.

Nuestra menstruación es, junto con el parto, la única forma de derramamiento de sangre natural, sin herida, sin daño corporal, sin violencia; por lo tanto, son las dos únicas formas sagradas de exteriorizar nuestro liquido divino. Esta contiene toda la información de nuestra historia ancestral y, por lo tanto, de nuestro ADN.

MI SANGRE CURA - LIBRO

Durante siglos, la tierra estuvo recibiendo la sangre menstrual que era brindada por nuestras ancestros como ofrenda, leyendo en ella la memoria genética, como vivían los hombres y mujeres. En esto radica el poder femenino.

Con el correr de los tiempos, el patriarcado (no los hombres) pretendió arrebatar este poder creando maneras de derramar sangre sobre la tierra, en la forma de sacrificios humanos o generando juegos de conquista como la guerra. Quizás por temor a lo desconocido, al misterio de lo sagrado femenino, infundieron la creencia de que la sangre menstrual era algo sucio e incómodo, inclusive se la considero como un castigo por el simple hecho de haber nacido mujeres.

A lo largo de la historia patriarcal, las mujeres hemos atravesado distintos tiempos y formas de subsistencia. Durante el siglo XX, tuvimos que dejar la casa y nuestros hijos, “nuestras tareas femeninas”, y salir a luchar por las igualdades de género, por un espacio y consideración igualitaria con el hombre. Esto ha tenido grandes beneficios, pero un gran costo para el ser femenino, porque para demostrar que no somos el “sexo débil” hemos tenido que actuar como hombres.

Es sorprendente ver y pensar que nosotras mismas somos parte y cómplices de este sistema, en el cual hemos sido degradadas y cosificadas, enajenadas de nuestro propio ser, porque no solo dejamos de alimentar a la Madre tierra con nuestra sangre menstrual, sino que para estar de igual a igual con el hombre hemos sacrificado nuestra ciclicidad. A lo largo de los anos, de las décadas de lucha, las generaciones que pasaron se han olvidado de que significa ser cíclica e incluso que lo somos.

Intentamos sostener posturas, sentimientos o ideales durante años, y somos nosotras mismas quienes no respetamos e interpelamos con frases peyorativas a otras mujeres cuando intentan recobrar consciente o inconscientemente su ciclicidad y, con ella, los cambios en el carácter y en la energía. Desechamos nuestra sangre sagrada en paños de plástico sin olerla, siquiera mirarla, y muchas renegamos de su existencia.

Desde que la mujer dejó de ser epicentro de creación y delegó su poder hacedor al hombre, nuestra sangre se volvió sucia y desechable, hasta inútil y un estorbo. Desde ese tiempo nuestra tierra lleva absorbiendo siglos de ofrendas violentas cargadas de odio y terror, que le hablan de angustia, de afán de conquista, de desigualdad, de hambre física y espiritual. Ella misma ha sido objeto de abusos provocados al romper el equilibrio de la naturaleza.

La Madretierra no es una madre vengativa, es amorosa y contenedora, y sufre al vernos sin centro, ha entendido la violencia y el abuso en la sangre entregada desde el odio y el dolor, y es desde ese mismo lugar que expresa su sentir.

Por esta razón ha llegado el momento de recuperar nuestra ciclicidad y, con ella, nuestra confianza y nuestro poder como mujeres, para restablecer el equilibrio en la tierra, y que esta comience a reconocer otros patrones como los del amor, la hermandad, la compasión, la unión y la paz.

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Es por esto que apelo a la importancia de comenzar a honrar a la Madretierra, entregándole nuestra sangre sagrada lunar en cada ciclo menstrual. La sangre que no ha sido fecundada puede volver a la tierra para regar las plantas, nutrir la tierra y reconectar con la Pachamama, de manera ceremonial, siendo entregada como ofrenda de vida y de amor.

Cada vez somos más las mujeres que tomamos conciencia del camino de la sanación y nos damos cuenta de la relevancia de que la Madretierra comience a sanar su cuerpo emocional y físico a través de nosotras, sus hijas, vibrando al unísono todas juntas por un cambio real y amoroso.

Es tiempo de despertar, de reencontrarnos como mujeres cíclicas para revelar nuestro poder de crear, de disfrutar, de renovar, de dar vida, conectadas con la Madretierra. Es primordial sanar las heridas de nuestro cuerpo, curando nuestra sexualidad, aliviar las heridas con nuestras madres, padres y nuestros ancestros, porque sanando nosotras la Tierra se cura.

Tenemos la oportunidad de tejer una nueva telaraña, unidas con un mismo fin, un mismo propósito, recuperando nuestro futuro y el de nuestros hombres. Tejer un nuevo futuro para todos, incluido nuestro planeta. Una telaraña fuerte, tejida con hilos irrompibles de amor, serenidad, compañerismo, solidaridad, comunión y paz, entrelazadas como mujeres de la tierra, sanas, enérgicas, creativas, cíclicas.

Urge que comencemos a girar la rueda del reencuentro con nosotras mismas y la Madretierra, es necesario que empecemos a bailar la danza lunar, guiadas por la intuición y el instinto natural de la vieja sabia que habita desde hace vidas en nosotras.

Zulma Moreyra

MI SANGRE CURA - Libro




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