Las tipologías de Veterinarios y la salud de nuestras mascotas
Amigas Mascotas
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PRÓLOGO al libro de Jutta Ziegler "El Libro negro de los Veterinarios" ¿Por qué he escrito este libro? ¿Por qué no dejo las cosas como están? Los veterinarios ganamos un buen sueldo con nuestros pacientes y sus dueños no se dan cuenta, salvo en una minoría de casos, de la “rueda de hámster” en la que se están metiendo cuando vienen a visitarnos. Muchos de ellos se sienten incluso agradecidos por los aparentemente abnegados esfuerzos que realizan sus veterinarios.
Redacción Macro Ediciones
PRÓLOGO al libro de Jutta Ziegler
"EL LIBRO NEGRO DE LOS VETERINARIOS"
¿Por qué he escrito este libro? ¿Por qué no dejo las cosas como están? Los veterinarios ganamos un buen sueldo con nuestros pacientes y sus dueños no se dan cuenta, salvo en una minoría de casos, de la “rueda de hámster” en la que se están metiendo cuando vienen a visitarnos. Muchos de ellos se sienten incluso agradecidos por los aparentemente abnegados esfuerzos que realizan sus veterinarios.
De ningún modo pretendo criticar a los veterinarios honestos que, por supuesto, existen. Más bien me dirijo a aquellos y aquellas colegas que abusan sin escrúpulos del amor de los clientes por sus mascotas y que juegan a angustiarlos para luego poder hacer lo inimaginable con sus animales, aunque sea absolutamente disparatado o innecesario. No estoy denunciando posibles errores en los tratamientos que, naturalmente, siempre podemos cometer (los veterinarios también somos humanos). Lo que pretendo desvelar es la precaria situación de lo que está ocurriendo miles de veces cada día en las consultas veterinarias, por culpa de la ignorancia, el desconocimiento y la mala fe (¡!).
Igual que en la medicina humana, se está jugando con el miedo, el desconocimiento y la mala conciencia de los dueños (“si usted no hace tal o cual cosa, puede ocurrir…”, o también, “¿por qué no ha hecho usted esto o aquello…?”). Estas argumentaciones, casi intimidadoras, hacen posible la imposición de tratamientos, vacunas y medicaciones innecesarias. Muchas mascotas se convierten entonces sistemáticamente en pacientes, simplemente porque el veterinario exagera sus síntomas o los malinterpreta el tiempo necesario, hasta que un perro o un gato sano se convierten en animales enfermos o, como mínimo, en animales que requieren tratamiento. Naturalmente, los dueños, asustados e inseguros, creen todo lo que ha vaticinado el “semidiós de la bata blanca”.
Básicamente, se puede clasificar a los veterinarios en TRES grupos
En el primer grupo encontramos profesionales cínicos y corruptos que saben exactamente cómo sacar el dinero del bolsillo de los clientes. Son plenamente conscientes de la dudosa moral de su proceder. Movidos por estrecheces y presiones económicas o simplemente por pura codicia, actúan sin consideración hacia sus pacientes animales, siendo más fieles a los principios de la “monética” (N.d.T.: money + ética) que a los de la ética.
Al segundo grupo pertenecen los veterinarios que no reflexionan demasiado sobre la ética profesional sino, más bien, actúan como les han enseñado o “como todos los demás”. Imitan sin reprobación lo que ha sido “aceptado desde siempre”, sencillamente se dejan llevar y van discurriendo, con anteojeras, junto con el resto de sus colegas. Es un grupo numeroso que acepta sin vacilar los consejos de la industria de piensos y de las empresas farmacéuticas, sin cuestionárselos y sin objeciones.
Tampoco son conscientes de las contradicciones de su comportamiento. Por un lado, actúan con la buena intención de ayudar a sus pacientes. Por otro, no indagan acerca de las causas de las enfermedades crónicas, cada día más frecuentes. En realidad, estos profesionales asisten con diligencia a seminarios de formación, lo cual es muy loable; pero la comprensión de la globalidad, así como el sano sentido común humano, han quedado relegados a un segundo plano.
Además, ¿qué veterinario se atrevería a decir a un cliente, por ejemplo, que su perro está “sano” y que se vaya tranquilamente a casa? El temor a perder al cliente con tales afirmaciones, aunque sean verdaderas, y a que éste caiga en las manos de otro colega es incuestionable. Por eso, en lugar de actuar así, se exageran algunas menudencias y se proponen exploraciones y medicaciones innecesarias para nuestros pacientes cuadrúpedos. Por otro lado, el tema de la prevención es ignorado en grado superlativo. Las enfermedades, independientemente de lo frecuentes que sean, se conciben como algo “caído del cielo por casualidad” y se afrontan mediante tratamientos que van a generar otras enfermedades. A lo largo de todo el libro y a modo de hilo conductor, veremos ejemplos de ello.
Desgraciadamente, el tercer grupo de veterinarios es todavía muy pequeño aunque, a primera vista, parece que está aumentando. Como en la medicina humana, cada día existen más veterinarios que no se venden a la industria, que reflexionan sinceramente acerca de las mejores opciones para sus pacientes y que no anteponen sus intereses económicos a la salud y el bienestar de los animales que les han sido confiados. Estos profesionales son independientes de la industria de piensos y de la industria farmacéutica y sólo rinden cuentas ante su propia conciencia.
Desde el punto de vista económico, deberíamos pensar que los representantes del primer grupo pertenecen al colectivo de trabajadores con sueldos privilegiados. Sí, es cierto; pero cada día existen más consultas veterinarias que realizan un trabajo holístico y ético para beneficio de los animales – y, no obstante, también generan suficientes ingresos. Los veterinarios, como los médicos, vivimos de nuestro trabajo. Por eso es justo, igual que en cualquier otra profesión, que los colegas diligentes y trabajadores tengan mejores sueldos, pero por favor, ¡no a costa de la salud de los pacientes que han sido puestos en sus manos!
Por último, deseo mencionar el grato aumento del número de clientes críticos y bien informados, en gran parte gracias a “internet” que, sin duda, contribuirá a la proliferación del número de consultas veterinarias de orientación holística.
Estimados lectores, este libro debería ayudarles a poner en duda dietas y medicamentos prescritos, así como métodos dudosos de diagnóstico y tratamiento, con el fin de que ustedes mismos puedan reconocer de antemano a cuál de los grupos de veterinarios mencionados pertenece el representante que se encuentre ante ustedes.